jueves, 15 de octubre de 2009

LA VENTANA (Segunda Parte)





Ella se acerco confiada a la ventana, se asomo y le disparo con una tímida sonrisa;
- Le molesta mi canto? - le pregunto sin tapujos,
El desconcertado y aun en shock por la sorpresiva atención que ella le ofrecía, tartamudeando le respondió;
- hee... este... no, pues no es su voz la que me incomoda -
- pensé que no lo dejaba concentrar mientras escribía -
- como sabe que escribo? -
- lo deduje, desde aquí se ve su maquina sobre la mesa -

Esa respuesta lo desconcertó, eso significaba que ella también lo observaba a través de la ventana y el sitio que el consideraba seguro, no lo era completamente. Mientras analizaba pensó en responderle rápidamente y alargar al máximo posible la conversación.
- ¿y si sabia que me dedico a escribir, y pensó que llegaría a incomodarme, por que sigue cantando?-
- no puedo dejar de hacerlo, es la única forma de enterarme que estoy viva -
- en verdad si me ha incomodado algo, pero es obvio que no le puedo prohibir cantar, esta en todo su derecho -
- lo se, pero me avergüenza incomodarlo, en forma de desagravio, le propongo algo -
- si piensa en dejar de cantar, no lo haga en verdad, me sentiría culpable si lo hace –
- no pensaba en dejar de cantar, eso nunca lo haría –
- entonces?
- pensaba en cantar algo que a usted le gustara, ¿que canción quiere que cante?

El no pudo evitar la risa, se encogió de hombros y le respondió:
- no se, no recuerdo ninguna canción, tranquila puede cantar la que deseé, no se preocupe por mi-
- bueno, allá usted, que conste mi buena intención-
- tranquila –
insistió – su voz es hermosa, no se preocupe por mí -
- tiene razón, no debería preocuparme por usted, debería preocuparme más por mi misma -
- ¿y que razón tiene para preocuparse?-
- pues vera, nuestros ventanales están demasiado cerca, nosotros estamos demasiado cerca, y por el verano tenemos que mantenerlos abiertos -
- es verdad, pero yo no canto, ni ago mucho ruido –
- el ruido no es lo que me molesta, lo que me preocupa es que no puedo conciliar el sueño con ropa,… duermo desnuda… –

Un temblor le recorrió el cuerpo, y experimento una sensación que no hubiera podido describir, entre vergüenza y alegría se debatía su conciencia, solo atino a decir con una cara de espanto:
- no me atrevería a espiarla, ni observarla, seria incapaz de tratar de verla desnuda-
La joven soltó una carcajada que lo intimido aun más a el, y aun con los ojos aguados de la risa le contesto:
- no me molesta que me vea desnuda - hizo una pausa y sonrió - me preocupa que no resista y salte desde su ventana hasta mi cama –
El no podía ni sonreír, con su rostro inmóvil y sonrojado, le respondió:
- Tampoco me atrevería a saltar hasta su cama, despreocupese,….heee….hablaremos después, tengo asuntos que atender -

Seguido esto se metió a su departamento y se refugio en su cama, solo pensaba en la jovencita y la imaginaba revoloteando con sus pequeñas ropas, la imaginaba bajo la regadera y cubierta de espuma, la imaginaba en la cama durmiendo desnuda, la imaginaba suya mientras la oía cantar, y mientras la imaginaba y la escuchaba un impulso lo hizo ponerse de pie, casi corriendo se asomo de nuevo al ventanal y la encontró a ella, alegre y vivas, aun ordenando las cosas en su cuarto, cuando ella lo volteo a ver solo se le ocurrió decir:
-Ya se que canción puede cantar; “El toro enamorado de la luna”-

Ella hizo una mueca sonriendo y la empezó a cantar, el feliz, se refugio en su cuarto a escuchar la voz de la jovencita mientras de nuevo se sentaba en su maquina y misteriosamente se inspiraba, mientras mas cerca escuchaba su voz, mas ideas llegaban a su mente, llegaban tan rápido las palabras precisas que eran mas rápidas que sus dedos sobre la maquina, obligándolo a acelerar su ritmo, así la novela avanzaba y tomaba forma y a cada renglón llenaba mas las expectativas de su escritor, y se parecía mas a la idea inician de la obra, la alegría que esto de producía era inmensa.

Las bruscas teclas de la maquina sonaron hasta bien entrada la noche, hasta que la jovencita dejo de cantar y vencida por el sueño yacía acostada desnuda en su cama, el por el contrario despierto y con la mirada perdida en la nada, seguía sentado frente a la máquina de escribir con los ojos abiertos y soñando con la particular jovencita.

Sin voluntad se levanto de la silla, aun a sabiendas de que lo que hacia era incorrecto, se dirigió al ventanal, no podía controlar su cuerpo, sus piernas no respondían, era como si una fuerza sobre humana lo halara hacia el ventanal, podía sentir sus pies arrastrarse contra el suelo, luchando por dar un paso atrás, tembloroso se asomo a la ventana, y hay estaba ella.Estaba recostada en su cama,… desnuda, una traslucida sabana solo cubría la mitad de su cuerpo, brillaban reflejando la luz tenue de la luna, colgando de su cama, un pie, un muslo blanco, una torneada nalga, un ligero matiz de su seno y su espalda, mientras su cara se perdía entre sus rubios y desordenados cabellos.

El estaba atónito, tan solo la observaba con deseo y en silencio, procuraba no respirar, y con su mano acariciaba el cristal de la ventana como si fuera la piel de aquella criatura, no calculo en tiempo que duro inmóvil observándola, quizá fueron solo unos segundos, pero tal vez fueron varias horas.




Solo hasta que ella se movió despertó del absurdo sueño, sin explicarse por que sintió ganas de hacerle saber que la observaba, quería que lo viera, que se enterara de sus deseos, que se sintiera observada y vigilada, que se abrumara y se escondiera, que cubriera ese desnudo cuerpo y así lo liberaría a el de ese incontrolable deseo que lo torturaba.




Pego su cara al cristal, y guardo sus sudorosas manos en los bolsillos, donde encontró mas que un objeto; una respuesta, su bolsillo derecho estaba lleno de monedas y una absurda idea le dibujo una sonrisa, saco una moneda, apunto y se la lanzo suavemente a ella a través de la ventana, la moneda quedo pego en la cama y rodó hasta tocarla a ella, en una noche tan caliente una fría moneda sobre la piel descubierta habría causado enojo, pero en cambio ella no mostró reacción alguna, no se inmuto ante ella ni respondió, el creyó que no la habría sentido, entonces lanzo otra moneda, pero ella no respondía.


Así siguió el lanzándole monedas a través de la ventana algunas golpearon el cristal de la ventana y caían a la calle, otras resbalaban en las suaves sabanas e iban a dar al piso haciendo un estruendoso sonido, otras inclusive la golpearon a ella, pero no mostró le mas mínima reacción, así siguió hasta que en su bolsillo no hubo mas monedas.
Se encontró entre decepcionado y asustado, ¿acaso podría haber un ser tan insensible? ¿Por qué no respondía? ¿Y si estuviera muerta? Varios pensamientos recorrieron su mente, y aunque su conciencia le dictaba salir corriendo, su mirada era incapaz de soltar ese cuerpo desnudo rodeado de monedas, brillantes monedas como estrellas abandonadas en el cielo que parpadeaban y resaltaban la belleza de un cuerpo de mujer desnudo.

Sin moverse, aun con su rostro cubierto por el cabello y con una voz risueña la jovencita le grito:
- acaso trata de molestarme... ¿o de comprarme?-
Ella había estado conciente desde el primer momento y solo estaba jugando con el, esperando hasta donde era capas de llegar, y el un poco avergonzado y sorprendido, le respondió:
- ninguna de las dos… solo la estaba adornando, se ve mejor con todos esos brillos alrededor, ignore las monedas, solo imagine los destellos, como estrellas en el cielo -
Con una risa sacudio su cabeza y se descubrió el rostro, se recogió el cabello y le grito:
-me imagino…. ¿pero se le acabaron las monedas? aun tiene mas estrellas el cielo .-
-si… ya no tengo más estrellas en los bolsillos, pero aun tengo las llaves del departamento ¿quieres cambiar de cielo? -



Ella no hablo, pero le respondió con una sonrisa. El tomo las llaves en sus manos, las beso y las lanzó por el ventanal, ella se incorporo, dejando su cuerpo totalmente desnudo a la vista de su vigilante, lanzando las monedas en una explosión por toda la habitación y atrapando las llaves en el aire, sin mediar palabra se cubrió con la sabana y corrió hacia su puerta bajo las escaleras, salio a la calle y abrió la puerta de su vecino mientras el aun seguía atónito pegado al ventanal. Cuando ella entro a su departamento lo sorprendió por la espalda, lo abrazo y juntos observaron el largo callejón a través del gran cristal y luego se fundieron en un largo beso, un solo beso que inicio en el ventanal y termino en la cama, donde se entregaron el uno al otro toda la pasión reprimida por don ventanas que los separaban y ala vez los unieron. Ella asesinaba a la soledad y el por primera vez en sus muchos años de escritor por fin conocía a su musa.

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