jueves, 15 de octubre de 2009

LA VENTANA (Primera parte)

Llevaba solamente tres semanas viviendo en ese lugar, no era un nómada pero no había encontrado un lugar donde se pudiera sentir cómodo, había vivido en muchísimos sitios en diferentes zonas de la ciudad, pero en ninguno encontró la tranquilidad para poder terminar su libro.


Era un sitio acogedor, amplio y limpio pero sobre todo silencioso, se sentía en paz, no había ningún ruido que lo distrajera, tampoco niños alborotando, nada en absoluto que lo apartara de su maquina de escribir y le impidiera redactar.

El apartamento estaba ubicado en el centro de la ciudad, pero quedaba directamente al fondo de un callejón de por lo menos una decena de casas, y que no superaba los dos metros de ancho, estaba en el segundo nivel y desde su ventanal podía observar a lado y lado, las fachadas de todas las casas del callejón y al final, a lo lejos, la desembocadura al ruido y al caos; a la avenida principal. La mayoría de sus vecinos eran extranjeros que estudiaban y trabajaban y pasaban la mayor parte del tiempo fuera, era un lugar solitario y tranquilo aun no corrompido con el afán y el ajetreo que trae consigo la modernidad.


Aun así, con el irrompible silencio que inundaba su espacio, no había avanzado mas que un par de párrafos en su historia, trabajaba tan solo en las mañanas en la alcaldía; traduciendo al español las cartas y telegramas que llegaban del extranjero, no se preocupaba mucho por el dinero puesto que su tía materna con quien había vivido la mayor parte de su infancia le había heredado una jugosa pensión, además de una pasión por el estudio, las artes y la literatura.


Ese viernes salió de la alcaldía y paso por el banco, cobro la mensualidad correspondiente y luego se dirigió al mercado, repasando una arrugada lista, lleno su carrito, entre lo que llevaba se destacaba la gran cantidad de té de limón, café y galletas de animalitos, además de bastantes refrescos de cola para mitigar el inclemente verano que acechaba a Madrid por esos días.
Al llegar a su apartamento abrió la puerta y una inclemente ola de calor lo sofoco inmediatamente, descargo las bolsas en la cocina y se quito la camisa, eran unos días supremamente calientes, la gente andaba con ropas muy cortas y sin pudor se arremolinaban en las fuentes de la plaza para mojarse y así contrarrestar las elevadas temperaturas que sofocaban la capital.


El ventanal, era un cuadro inmenso, que abarcaba de lado a lado la pared de la sala, iniciaba a la altura de sus rodillas y terminaba a pocos centímetros del techo, un techo en teja que recibía los rayos del sol todo el día y hacia que aun en las madrugadas el bochorno fuera hostigante, pero eso no lo molestaba en lo mas mínimo, se quedaba la mayor parte del tiempo tan solo con unos pantalones cortos, sin camisa y con los pies descalzos con su ventanal abierto de par en par, aun si hubiera querido estar desnudo, nadie lo habría visto, la tranquilidad del vecindario no se perturbaba mas que por el ocasional sonido del abrir y cerrar de las puertas.



Pero había algo diferente este día, al abrir el ventanal, saco su torso y tomo una bocanada de aire fresco, al girar su cabeza a la derecha noto algo diferente en la casa contigua a la suya, era una casa con el mismo estilo clásico de la que el habitaba, perpendicular y con una ventana de iguales proporciones a la suya a tan solo unos centímetros, pero que siempre había tenido una cortina blanca sellando la visión al el interior, ese día no, la ventana esta abierta completamente, las cortinas habían desaparecido, la luz se encontraba encendida y se notaba por el orden de los muebles que alguien se disponía a habitarla. Tan solo rogó que el nuevo invasor de su espacio fuera un extranjero o un estudiante de intercambio y que no pretendiera desequilibrar su tranquilidad.


Ya se había ocultado el sol, y el estaba sentado frente a su maquina tratando de escribir, una docena bolitas de papel arrugadas decoraban el piso y daban cuentas de su infructuoso intento por redactar, de pronto un particular sonido se mezclo con el arrítmico golpeteo de las teclas de la maquina y capturo su atención, era una campanilla, acompañada por el rechinar de unas ruedas, alguien cabalgando una bicicleta se acercaba por el callejón, luego unas llaves y lo que el temía, la puerta de la casa contigua se abrió, de un salto se acerco tímido a la ventana, pero solo pudo ver el cerrar de la puerta, en su cabeza imaginaba cualquier posibilidad, seria un hombre, o tal vez una mujer, por la bicicleta y la velocidad con la que ingreso debería ser joven, regreso a su escritorio y se concentro en recuperar la inspiración para completar la palabra que había dejado a medias.


En muy poco tiempo escribió mas de una decena de renglones, y una idea clara y concisa aterrizaba en su cabeza, en su cara se dibujo un sonrisa y sintió que por fin encontraba el eslabón que le faltaba a su historia y que la inspiración lo poseía, por fin veía avanzar su libro de un estanco de varios meses, toda esa alegría fue interrumpida por un silbido, un sonido musical, imitaba el sonido particular de una canción que estaba rotando muy seguido en la radio, se escuchaba constante y alegre, aunque realmente no era muy fuerte ni molesto, lo saco de su concentración y se llevó su atención de nuevo al apartamento contiguo.


La suave melodía; lo atormento, le arrebato la inspiración, le privo de las palabras, de su lucidez y mas tarde hasta del sueño, El silbido era suave y dulce, indudablemente era de mujer, una mujer joven, una mujer que sin proponérselo invadía su espacio y su vida. Después de la diez, el silencio se apodero de su apartamento, tendido casi desnudo sobre su cama, con un calor insoportable y con la mirada pérdida en el techo, con sus pensamientos y su atención fijos tan solo en el departamento contiguo, pero sin el suficiente valor para tratar de indagar algo a través del gran ventanal.


Al día siguiente se levanto temprano, se arreglo y sin siquiera asomarse a la ventana, se dirigió a la alcaldía, laboro mucho mas que de costumbre, todo el día refugiado en su estrecha oficina, hasta que el crepúsculo lo alcanzó, esperaba que la noche fuese mas benévola esta vez y no tener que sufrir por su nueva compañera. Caminando lento, con miedo, como quien se dirige a su propia ejecución se dirigió a su residencia, al asomarse al la boca del callejón, inmediatamente logro ver el nuevo panorama, algo diferente a lo común, y que rayaba en el tranquilo ambiente de su vecindad, las luces de su nueva vecina estaban encendidas, la ventana abierta y un ambiente festivo se apoderaba de todo el lugar.

Se dirigió a su departamento, encendió también las luces y se vio obligado a abrir el ventanal para no ahogarse en el aire caliente que hacia del lugar un verdadero infierno, se quito la camisa y se dispuso a escribir un poco en su maquina, tratando de convencerse a si mismo de que esta vez nada podría desconcentrarlo ni molestarlo, mientras que del otro lado del muro una jovencita empezaba a cantar con una gran fuerza y al mismo tiempo con una maravillosa voz., El con sus ojos centrados en una pagina en blanco ni siquiera noto como involuntariamente sus dedos hacían repetitivo el ritmo de la canción sobre las teclas de su maquina.


No resistió mas, se levanto y se dirigió al ventanal, con la intención de gritarle que se callara, pero no la logro ver, en cambio se encontró con el departamento totalmente diferente, bastante luminoso, los muros estaban decorados con imágenes y arreglos y en el lugar donde comúnmente se encontraría una sala; irónica, atrevida e insensata de mostraba una cama, desafiante y de frente al ventanal, con un impecable edredón blanco, demasiado amplia para una sola persona.


Sin aviso apareció ella en la habitación, demasiado sorpresiva como pare darle a el, una oportunidad de ocultarse, vestía una pequeña y ajustada pantaloneta, con una camisilla corta escotada, descalza y con una toalla en la cabeza recogiéndole el húmedo cabello, se quedo observándolo unos segundos y luego siguió sus tareas, cantando y bailando como si el no estuviera hay, se soltó la toalla y rebelo su rubio cabello, era realmente hermosa, pero era un poco mas joven de lo que el la imaginaba, el olvido el por que estaba asomado a su ventana, y se regreso a refugiarse a su maquina de escribir.


No pudo permanecer hay sentado mucho tiempo, empezó a dar vueltas en el lugar como una fiera enjaulada, y el canto dé la jovencita se hacia cada vez mas rápido, mas fuerte, mas intenso. En realidad no le molestaba, cantaba bien, le gustaba, eso era lo que no soportaba, que le gustara tanto, camino despacio nuevamente hacia la ventana, se asomo y se sentó sobre el borde, simplemente se quedo observándola sin decir nada, ella estaba de rodillas sobre la cama, arreglando su ropa y cantaba mientras meneaba todo su cuerpo. Ella lo veía y continuaba inmutable, como si no sintiera invadida su privacidad. Ella hacia su vida mientras el era un espectador que no podía continuar con la suya.


Así fueron pasando los días y las noches, el empezó a trabajar todos los días hasta muy tarde, llegaba la observaba un rato y se recostaba en su cama, resignado a escuchar su voz y sus cursis canciones, sin decirse una sola palabra, solo la observaba y antes de que se prepara para dormir el se alejaba y se refugiaba en la oscuridad, mientras su maquina de escribir, yacía abandonada sobre la mesa sin recibir atención.


Un día el llego como de costumbre y tan solo encontró las luces apagadas, todo de nuevo estaba en silencio, la paz nuevamente reinaba, de inmediato se instalo frente a su historia y se propuso escribir, sin éxito alguno, no podía escribir nada, en su mente solo estaban las melodías de su arrogante vecina, la recordaba con sus canciones románticas, su edredón blanco, su cabello rubio, sus ropas pequeñas y sus pies descalzos. No lograba escribir, esta vez no por que le molestara el ruido exterior, si no por que extrañaba profundamente a la inquieta jovencita.


Simplemente se quedo hay inmóvil esperando un signo de vida, una señal de que ella estaba hay, pero por un largo rato solo el silencio lo acompaño, hasta que su soledad fue interrumpida por las campanillas de la bicicleta, jamás se sintió tan feliz de escuchar este sonido, luego el freno, las llaves, la puerta y por fin su voz, no dejaba de cantar y esta vez su voz era mas dulce, mas hermosa.



No podía controlar la ansiedad, su pecho brincaba y sus manos se humedecían, se relajo y disfruto la melodía, escuchaba con atención, mientras entraba al cuarto de baño y su voz se hacia lejana y hueca, mitigada por el sonido de la regadera. La imaginaba fresca y tersa, con el agua recorriendo su blanca piel, tan húmeda, tan hermosa, tan perfecta, tan musical. Pero más que alentarlo sus deseos lo torturaban, en todos esos días con ella incomodándolo tan cerca ni siquiera le había preguntado su nombre, y lo que antes creía era un repudio, ahora era un deseo incontrolable.


Se asomo a su ventanal y espero a que ella terminara su baño, cuando salio lucia radiante, nunca antes la vio tan bella, la sintió tan cerca que sintió el olor de su jabón perfumado y tal vez fue solo su imaginación y su abrumadora obsesión.
Ella también lo vio fijamente, se quedo observándolo, quizá era la primera vez que se sentía incomoda al ser observada desde tan cerca, unos segundos después continuo como siempre ignorándolo, sin embargo esta vez la punzante mirada de su vecino no se retiro siguió hay firme a su lado, como acompañándola, vigilando cada movimiento, inmóvil, imperturbable, como hipnotizado por el vaivén de su estilizado cuerpo, escuchando su voz con tranquilidad, embebido por el canto de una sirena como el mítico Odiseo.

...to be continued...

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