sábado, 12 de noviembre de 2011

REFORMA



Los estudiantes colombianos han mostrado una infinita preocupación por la ley 30 de 1992 (si, es una ley! Y si, ha estado hace 19 años!) Pero la verdad no me PREOCUPA eso ¿La razón? Estoy enfocada en mi disputa con el proyector de publicidad que pusieron en el edificio donde vivo para hacerle promoción a los relojes Rolex…. En primera medida no puedo negar que me siento un poco envidiosa por no tener uno y hasta egoísta por renegar y no dejar ejercer en paz el derecho al trabajo que tienen los pobres dueños de la marca. Pero debo reconocer que el hecho me pone a divagar: ¿Qué hace un anuncio publicitario de tal magnitud en un barrio de estrato 2? O bueno, no importa su funcionalidad (en un sistema consumista todo se paga a punta de créditos, así no se tenga qué comer) por eso, lo más conveniente sería indagar el ¿por qué? ¿Por qué me hacen esto? ¿Por qué sus reflectores no me dejan dormir? ¿Por qué me antojo de esos hermosos relojes cuando salgo a botar la basura por las noches? Entonces entendí, que me estaba alienando y que mi vida estaba girando en torno a los Rolex, así que compré uno, ¡no un Rolex, claro que no! ¡Pero si un reloj común que me alegrara la vida y me sirviera para ver la hora!
Sin embargo, después de ganar mi contienda con los proyectores ó por ellos haberse dado cuenta que difícilmente las personas que habitan acá ganan catorce millones de pesos para darse unos gustitos; caí en un estado de depresión bastante grande. Ya no iba a tener en qué entretenerme, ni quien me iluminara en las noches de penumbra. Así que en medio de mi acongojo y por algún error de la vida, me encontré con un discurso que ofreció el Doctor Cesar Gaviria para celebrar los 20 años de existencia que cumplió la Constitución el mes de junio. Allí expuso todos los alcances de igualdad, solidaridad, amor y blablablá, hasta se atrevió a elogiarse que él había creado el Estado Social de Derecho. De pronto mi mamá soltó la carcajada y no tardó en rebatir los quince años que le faltan para pensionarse y sobre todo lo costoso que es ser anciano en Colombia. No tardó en acordarse de la vecina que cerró su empresa de zapatos modestos cuando llegaron las Converse. Y entre tanta y tanta epifanía, no tardó en acordarse de que se le había olvidado ir por el desayuno. Así que quedé sola, otra vez, en mi oscura habitación, y allí, en el momento menos pensado, cuando anhelaba que el partido liberal dijera palabras reales, reconociera los errores de los mandatarios en los últimos 519 años, el doctor Cesar Gaviria magistralmente miró la hora en su reloj Rolex, el cual marcaba las 7: 20pm y añadió con ternura “me tengo que ir. Que tenga una noche llena de prosperidad.”
No pude ocultar mis lágrimas, había cometido un grave error al juzgar a los Rolex, no solo le eran útiles al ex presidente, para zafarse de las situaciones difíciles, sino también me hubieran servido como motivación social, porque a la final la educación superior es como los Rolex en estratos 2: imposibles de obtener y si lo hace es por medio de un rango mínimo que se llama crédito, donde la garantía es su propia vida o su estabilidad emocional. O juzguen mi caso, que ya debo una parte de mi torso al Icetex y sigo soñando con que la publicidad del Rolex vuelva a iluminar mi habitación.

viernes, 4 de noviembre de 2011

SIN TI (TULO)




Y ahora vivimos
entre silencios y enojos,
entre empecinamientos
y deseos,
tu me alegas que no fluyes conmigo
y yo insisto literalmente en agarrarte
en asirte firmemente con mis garras
para amarte, para comerte a besos
para poseerte y penetrarte.
Para ser un único cuerpo,
para vivir abrazados,
insertos el uno con la otra,
y no estar solos en este universo
frío, obscuro, infinito,
para tornar a tu tranquilidad,
en medio de mi algarabía,
en una sonriente entrega,
real, no fingida,
intensa, no retenida,
fluyendo como el río de tu valle,
no en un cauce medio seco
donde yo espero,
cual piedra que por milenios
ha dejado de rodar
porque no está en el cause
de la realidad
de una agua fresca que la inunde,
que la empuje,
que la redondee,
que la acerque al rumor
retumbante
de una vida entrecortada
por caricias.