jueves, 16 de septiembre de 2010

♫COMFORTABLY NUMB♫

Y se enciende el motor con el sonido de la alarma a las 6:30am, atrás quedan las múltiples voces que se desatan por la mañana; su cabeza retumba, aún no se ha acostumbrado a las espantosas visiones que su destino la ha obligado a ver cada noche.

Si, aún está somnolienta, pero no encuentra otra salida que abrir la ducha y dejar caer sobre sus piernas, su espalda o su pecho el agua fría que siempre ha amado y que considera para sí misma el mejor momento del día, donde sus miedos se apaciguan y la esperanza de que cambie su rutina emprende la marcha en sus pensamientos otra vez. Se viste: un color diferente por día o eso trata, dependiendo su ánimo, a veces se siente más linda y a veces simplemente no puede ocultar su vacío; le encanta mirarse al espejo, su cuerpo no es atrevido, es cálido y suave, aunque el ancho de su cadera le perturba un poco, se calma cuando echa un vistazo a sus senos y a sus piernas que siguen con la misma ingenuidad de ese tiempo, esa etapa que tanto añora, pero que cuando la recuerda no puede evitar hacer una mueca de desagrado.

El pánico de caminar por las esquinas y temblar ante la presencia de cualquiera que se le acerque, la obliga a andar prácticamente por la mitad de la vía, pues las posibilidades de huir del acecho de cualquier persona, se vuelven mayores. Eso si, no niega el deseo de llevar en su perfume un poco de ácido, o agujas que ensartar en los ojos del extraño que le quiere hacer daño; sin embargo, su pacifismo o su cobardía, jamás le han permitido portar si quiera un corta uñas en su cartera.

El bus, el mismo bus. las mismas placas, el mismo conductor avaro y mediocre, la misma cantidad de relojes, la misma asfixia, el mismo ruido, el mismo tiempo…todo lo mismo, lo único que varía es su capacidad de poner la mente en blanco, de hundir sus pensamientos en la nada, de escapar de las mallas, de los hospitales, del mismo número de personas que visten de color amarillo, de las mismas paradas que se hacen en los semáforos o en las esquinas repletas de pasajeros.

Las cuadras, las mismas siete cuadras, tan solas, tan largas y tan frías, incitadas por una llovizna que caracteriza los días en la ciudad. En la primera de ellas, el barullo ensordecedor del tráfico y la paranoia de las personas que llegan tarde a trabajar; el hombre que todavía cree en la caridad humana y para hacer más efervescente tal sentimiento se posa ante una de las iglesias más representativas de Bogotá. Más adelante, el olor a almojábana se vuelve insoportable, le causa repugnancia, nauseas, pero se aguanta por no tener otra salida más que pasar por allí. Camina, rápido, muy rápido, está a punto de ahogarse con su misma respiración, la prisa siempre fue su problema más rotundo por las mañanas. Nuevamente su corazón se detiene por un instante, un espasmo entumece todo su cuerpo, sudan sus manos y sus pies se congelan: alguien se acerca, pide dinero con ojos de redención. Por un momento se agobia. Siempre le pasa eso cuando ve una escena similar con actores viejos o jóvenes, o con lindas mujeres. Algo se asoma en sus ojos, una presión en el pecho se siente, pero igual no hay nada que pueda hacer, (o no directamente), los cambios se hacen mediante el poder o la unidad. El poder está muy lejos y fuera de sus ambiciones, ¿y la unidad? La unidad es una burla para ella: le choca cuando se confunde con uniformidad. Pues su mayor admiración es el hombre y su cerebro, si su capacidad de pensar está limitada, se aturde y se confunde, por lo que prefiere huir. Está encarcelada, eso lo sabe, no se decide entre adecuarse a todos o ser una simple y mísera entidad egoísta. Por una vez más ignora las voces que se desprenden de su cabeza, enciende su mp3, tan alto como puede, no importa si sangran sus oídos, tan solo quiere relajarse y olvidar, mueve un poco sus manos para darle ritmo a su caminata. Por fin llega, a otro día aturdidor de vida.

Estudia lo más cercano a sus capacidades y a su deseo de cambio, increíblemente es uno de los pocos espacios que la ilusionan a un increíble futuro: lleno de oportunidades y progresos, pero apenas sale, y ve vagabundos y niños en desarraigo se sumerge nuevamente entre las telarañas de la realidad.

Ya poco le importan sus compañeros, nuevamente se siente sola, tan sola, que su arribo a la universidad es casi siempre desapercibida. No hay nada en ella que la gente pueda recordar: ni una cálida sonrisa, ni una cara hermosa, ni una personalidad que deslumbre, ella es ella, simple y cerrada, la que busca no más que un saludo, la que no le interesa saber nada sobre los otros y así como no se preocupa por nadie, probablemente nadie lo hará por ella. O eso cree. Debo recalcar que hasta esa hora, lleva casi tres pensamientos de cómo puede morir: puede accidentarse, puede subir un maniaco y matar a todos, puede intoxicarse, puede desmayarse y ser atropellada, puede... puede… puede, tantas cosas pasan a diario, tal vez está entrando en un estado de monomanía profundo. Y tal vez eso sea lo más peligroso, se está inyectando la locura, como los adictos que se infectan primero antes de sentir lo excitante, irremediablemente está en constante búsqueda de sentir el éxtasis de la vida, pero está lo bastante reprimida para saciar su sed.

A pesar de lo olvidada que está a diario, ese es su miedo más profundo: la indiferencia, el fracaso, y también ¿por qué no? Sus sueños. Pero esto ahora poco le importa, o más bien prefiere no cultivar eso, pues si algo sale mal la tristeza no va ser tan difícil de llevar. Está insegura, y eso sucede sin querer cuando enfrenta a sus más terribles rivales, cuando sus tesis quedan segregadas en un NO, cuando todas sus bases y afirmaciones se desboronan ante ideas más amplias, más probables, más seguras… y eso no está mal, al contrario, sabe que mediante esto formara mejor su persona, pero en ese transcurso tiembla y cae, a veces con mucho dolor y vergüenza. ¿Y si sigue así toda su vida? ¿Y si vive 70 años y llora cada 23 días por lo mismo? ¡Inaudito! Prefiere dejar de leer, prefiere dejar su entorno o su familia, que son los culpables de su personalidad, los causantes de su migraña y su depresión. Si, no hay otra razón, ella lo ha intentado miles de veces, pero es un ciclo del cuál no puede escapar, ya se ha empezado a acoplar, despeja su rutina en otras cosas, a veces infructuosamente, pero no hay nada que perder ¿o si?

Sale, hace una charla fingida, una sonrisa algo estúpida (la cortesía es la única forma de tener el demonio de la gente apaciguado). Después lo ve, ahí está, el hombre del cual está segura que ama, pero ya muchas veces anteriores ha sentido esa emoción, que se tradujo luego en odios y lágrimas. Lo abraza, cual si fuera la última vez que lo hace, siente una bola de palabras en su garganta pero la amargura solo le deja salir un “hola”, busca balbucearle tantas cosas, tantos acontecimientos, pero duda otra vez, quizá porque signifique sacarlo de su vida, como ya muchas personas han salido huyendo en ese episodio, además ¿que tanto se pregunta? simplemente no lo hará, nunca abrirá esa caja de secretos, pues si pudiera borrar de su misma memoria, lo haría sin condición alguna. Si, es terrible recordar, pero más aún es no hacerlo, que dilema, todo es un funesto enredo. No puede negar lo cómoda que se siente con él, lo enternecedores que resultan sus abrazos y lo excitante de sus besos, sigue vacía, no siempre, pero igual le falta algo, algo que jamás encontrará en la presencia de otro ser que no sea el de ella misma. Claro, es muy obvio, debe conocerse a sí misma si quiere ser absolutamente feliz.

De regreso a casa, siempre busca el rincón del asiento, abre la ventana lo más que puede, escucha música, una que le alegre la tarde, esas moviditas que le acuerdan lo delicioso que puede sonar la melodía de las guitarras o lo dulce de un saxofón, cierra los ojos por un instante para sentir el aire producido por la velocidad del bus. Los abre nuevamente, dirige su vista al reloj, se da cuenta que son las 5:30pm, su hora favorita del día, mira al occidente, un atardecer increíblemente hermoso, con un cielo gris y azul y un sol naranja y rojizo, agradece a la vida por sus ojos, que aunque estén lo bastante agotados, no dejan de maravillarse por la tierra y su naturaleza, de repente su mirada se enternece, un pequeño movimiento en su boca, indica una sonrisa, pero no una hipócrita como la que suele presentar, ésta es sincera, ésta la siente en el alma, siente tanta excitación que saborea su boca, como cuando siente ganas incontenibles de besar.

Su ánimo amaina por lo cansada, suelta una que otra palabra con algún conocido, quizá con su mejor amigo, que ahora se siente más distante, pero sabe muy bien que la retraída es ella misma, así que no pone complique y le sigue ofreciendo su amistad, su insípido compañerismo, pero su imparcial lealtad. Hace un pequeño ademán a todos, y luego vuelve a dormir, piensa un poco en su día, en las personas que la han dejado atrás, en lo mucho que los extraña, pero se repite siempre que la vida es así y cierra los ojos, buscando no volver a despertar… Quién quita, algún día tanta insensatez se vuelva realidad, un día en que no sea ella la que la está buscando incesante, un día en el que en verdad quiera despertar, pero sea demasiado tarde.


-*kory Gomez*-

jueves, 2 de septiembre de 2010

Sin Tilulo Nº 6

He olvidado mi origen, mis amigos y mi razón.
Los he apartado, han dejado de ser importantes o fundamentales,
Y todo porque mis sueños los ha reemplazado,
Mi imaginación me ha ayudado, mis metas se han trazado
Lo indispensable se ha convertido en simplemente dispensable
Y mis lágrimas no brotan por su ausencia
Sino por la necesidad de limpiar lo desastrozo..
Es cierto, he olvidado y algunos me llamaran desagradecida
Pero he olvidado porque debo,
Porque ahora comprendo que mis sentimientos son el primer obstáculo para ser libre
y sobre todo feliz.

KORY