Todo aquello que vuela en el aire y no podemos ver, esas miles de cosas orgánicas he inorgánicas que existen, nos rodean, nos invaden, nos recorren y nosotros siquiera sabemos que están.
De tener colores, seria un universo de arco iris recorriendo todo. De tener olores no existiría un sitio en toda la tierra que no tuviera aromas. Si fueran sensibles al tacto, seria imposible caminar, y si hicieran ruido a su paso, estaríamos entumecidos por tanto ruido a nuestro alrededor.
Desde lo curioso de las micro partículas hasta los peligrosos átomos que traen radioactividad en sus núcleos, el micro mundo de lo que no se ve nos rodea, nos obliga a convivir con algo que ignoramos.
A veces abro los ojos a la mañana y creo poder ver algunos puntos microscópicos, que al unirse bajo la luz del sol que entra por mi ventana, me parece ver como se agrupan en telas aéreas que hacen olas como las del mar, pero en el aire.
Siendo tanto lo que ignoramos, me he puesto a pensar en aquello que si podemos ver y tocar y también ignoramos. Esas cosas o personas para las cuales no tenemos excusas en no ver ni tocar. En oler o escuchar.
A veces son fuertes los lamentos y muchos prefieren dar vuelta la cara. Desde un niño hasta un perro recorriendo las calles en oscura pobreza.
Los sentimientos tampoco se pueden ver ni tocar, pero aun así los valoramos y cuidamos con minuciosidad. Aun no conozco a nadie que le huya a la felicidad, que se alegre de la tristeza, ni que insista en caer en la depresión.
De esa manera, sin ignorar lo que necesita ser atendido, todos formaremos parte de un mundo mas amable, de mas coordinación ya atención, en el cual nosotros hoy podemos dar, y quizás, mañana necesitemos recibir algo de alguien mas.
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