miércoles, 16 de junio de 2010

Hoja de Vida




Tengo los labios lo bastante rojos y lo bastante gruesos para un muy buen beso, pero hoy el color no se apodera de ellos y están algo demacrados.

Tengo las mejillas lo suficiente popochitas, lo suficiente rosaditas para prescindir de una ayuda extra, como el rubor, pero hoy el reflejo de éstas son solo un amarillo crema que recuerdan el agotamiento y el sin sabor de la soledad.

Mis ojos, aún coquetos y brillantes como siempre, están acompañados por una sombra de casi un centímetro y una sobre elevación de parpados que algunas personas llaman bolsas, aquellos costales que siguen recogiendo lagrimas y acumulan cansancio por la falta de sueño.

En fin, lo que sirve para respirar nunca ha funcionado del todo bien, entonces no hay de qué preocupar, sigue siendo chiquita y normalita.

La cerca de los dientes ya poco o nada me importa, una sonrisa conmueve y aflora sentimientos inimaginables, sin importar el desorden en el que se encuentre.

El cabello es hasta bonito, negro, liso, esponjado, con caspa (¡químicos¡ creo yo) no hay piojos, para infortunio de algunos. ¿Qué más puedo decir? La mayoría de veces huele bien o normal.

De ahí para abajo las cosas se ponen aburridas, manos feas, pies inmundos por lo demás ¡ni qué hablar!
Por eso abrigarlos con un busito café, un pantalón naranja y unas pantuflas de osito, se convierten en la mejor opción de sobrellevar un domingo con gripa, mucha lluvia y poca televisión.

KTGG

viernes, 11 de junio de 2010

UNO QUE OTRO VISIONARIO




Y cuando creyó que todo por fin se acaba… Empezó a respirar el aire artificial con el que aún creía vivir, Su mirada se entorpeció buscando desesperadamente el calor de los parpados, pero con su afán, se negaba a esperarlos, pues nunca hay tiempo para nada, y mucho menos para un parpadeo que absorbe más del tiempo necesario… balbuceaba a pesar de lo seca que se hallaba su garganta, y no es de esperar otra cosa, había corrido más de 6 kilómetros, sumándole el pánico que la noche le producía y los sonidos que provenían desde la oscuridad y las tinieblas, ¡ah! olvidé mencionar el miedo con el que aceleraba por el terrible acto que acababa de cometer.

Caminaba mientras los nervios estropeaban gran parte de su circulación normal, a pesar de ello, sus manos permanecían intactas, aunque su rostro indicaba lo contrario. De un momento a otro, empezó a llorar y mientras mordía sus uñas como de costumbre, notó la extrañeza de su sabor, pues como era de esperarse, la tierra con la que había cometido aquel delito estaba intacta entre las líneas de la palma de su mano.

Llegó a su casa, fijó su mirada en el espejo y encontró por fin, a su ser más amada, aquella pala que por muchos años lo había acompañado, pero que esa noche desgraciadamente y por error del destino, estuvo ausente en tal atrocidad, esa necedad que cambiaría el destino de las cosas, la que lo haría llamar por siempre ecologista y poco ambicioso: pues esa tarde, sin ayuda de nadie, ni de su propia confidente, había plantado 233 árboles en el más grande pozo petrolero, que sólo él había encontrado pero que muy pronto investigarían los visionarios y lo explotarían de una forma tan infame, que ni el jardín de su casa, quedaría con un poco de sangre negra, que lo hiciera sentir feliz.

Kory G.