lunes, 5 de julio de 2010

LLUVIA


Las pesadas gotas de este interminable invierno me golpean sin piedad, cada una, certera, lacera mi alma aunque no dañe mi cuerpo, me recuerdan el castigo que merezco y que lentamente voy recibiendo.

Aunque mi rostro se encuentra anclado al suelo y la lluvia no logra tocarlo, las dulces gotas del cielo se mezclan con las saldas gotas de mis ojos, se unen en un solo líquido, cáliz de castigo y de dolor.

Los empapados perros callejeros como de costumbre me ladran y me acechan, pero esta vez más llenos de odio, con ira en sus ojos, con rencor en sus fauces, tal vez por que sienten el pecado que llevo dentro, el miedo que traigo dentro.

Mis hombros cada vez se ponen mas pesados, por el peso de agua pienso, pero es mas por el peso de la culpa.

El difícil camino se hace más empinado, como tratando de darme un castigo, como tratando de causarme daño.

Pero aun así, preferiría escalar un interminable sendero hacia la nada, que llegar a un lugar que magnifica mis angustias y hace llagas en mi conciencia.

Un lugar lleno de recuerdos y de momentos, de tesoros que se hundieron en el mar. y que por la cobardía se perdieron, sin esperanzas de volverlos a recuperar.

Que melancólico es llegar empapado por fuera, pero seco por dentro a mi hogar.

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