lunes, 28 de diciembre de 2009

SENTENCIADOS

Ansiosos esperábamos que la puerta se abriera. Ni la lluvia lograba intimidar nuestros cansados cuerpos y desde el pavimento un sopor silencioso se trepaba hasta nuestro cuello. Las pancartas se doblaban por el peso de las horas, mientras saboreábamos el último trozo de carne. Eramos suficientes para una revelación, merecíamos el trato justo. Sin embargo la puerta de metal seguía intacta, sin dejar escuchar el murmullo de la llave. Comenzamos a desesperar porque a lo lejos se oían campanadas anunciando el término del plazo fijado. Ahora tendríamos que escapar en embestida, calle arriba o hacia la plazoleta, daba lo mismo, ellos nos alcanzarían para volver a encerrarnos. Era el día uno del mes de Noviembre. La sentencia estaba dictada. A todos los perros callejeros de la capital nos harían control canino.




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