lunes, 11 de febrero de 2008

El infierno de los idiotas



El infierno de los idiotas



Suene duro o no, la triste realidad no tarda en hacerse presente en todos los rincones del mundo. Las situaciones buenas nos rodean y al mismo tiempo, solemos ser acechados por los males más vistosos en la humanidad.
La envidia, mal que no deja crecer y engorda como sapos con cigarro a quienes les afecta. El egoísmo y su primo el egocentrismo, acaparan algunos cuerpos hinchándolos como globos al punto cero antes de explotarlos.

La impotencia empuja a los poco capaces al crecimiento de sus riñones hasta dejarlos como el Titanic, y el rencor, llena de grasa las arterias, hasta dejar sangre en los ojos. Esto les pasa a los pobres de alma, a los desgraciados que no pueden ocupar siquiera una franquicia de su personalidad ausente.

La sed de quien carece de conocimientos y rechaza la verdad en los libros calificándola de poco interesante, demuestran una y otra vez, que el mundo es redondo, y aunque les duela, su incapacidad les resta cada vez más lugares en el mundo.

Creo en algun Dios, quizás no como una fuerza magna que crea y domina, sino como una fuerza del alma, una paz en el corazón y un constante en mi vida. El cual no encuentro en iglesias, pero si esta cuando cierro mis ojos junto a mi.

Esa fuerza que proviene de su poder, sin querer sonar celestial en mi relato, me protege y me da un poco de aire cuando el fuego de la maldad de algunas personas llenas de odio y rencor, agotan las reservas de oxigeno a mi alrededor.

Confío en la ley de que el bien debe prevalecer, y de que lo malo cae por su propio peso. Es el poder del karma, otra ley como la de gravedad que se hace presente en todas las oportunidades.
Agradezco el poder de la palabra y la oportunidad de tener fe en lo que deseo.

Hoy paso por momentos donde me siento reflexivo, preocupado y con un poco de nervios en el estomago. Pero no es nada de alarmarse, ya que voy confiado en el poder de la verdad, caminando por nuevo territorio y sin mapa.

El análisis de lo que ha sucedido en los últimos años de mi vida, me dejan tan feliz que al menos pensando desde el comienzo y no desde la mitad del camino, me siento tan afortunado, que me alegra haber buscado mi trabajo, caminado miles de pasos para encontrar al menos un camino sin tanta piedra. Sin olvidar de las horas en buseta o juntar fuerza en las lomas dando pedal en la que era mi bicicleta.

Comenzar un camino fuera de mi casa con menos de 2000 pesos como fortuna. Y pasar alguna que otra noche en vela para pensar, han sido una excelente escuela. Ahora a tratar de conocer hasta donde se puede llegar con trabajo y esfuerzo.
Si hay algo que aprendí de mi padre, es a trabajar sin dormir, lo que no es sano, pero alegra al corazón de los que lo hacemos.

Ahora me dirijo a las personas que complican mi camino, en mi trabajo, en mis días, principalmente hablando del área laboral. Sepan que leo, sigo, miro y escucho sus pasos. Mi Dios dispondrá para ti, el tripe de lo que tú pienses para mí. Cuidado, quien obra mal, por su peso, sobre todo ojo en eso, todo cae.

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